Pastoral: ¿Tienes Tú el Carácter de un siervo?

El siervo según la tradición antigua era aquella persona encargada de realizar los trabajos más básicos y humildes; esta forma de pensar fue revolucionada por Cristo al señalar que en su reino el último sería el primero, pues para Dios lo importante es la disposición del corazón para involucrarse activamente en las tareas que él desea llevar adelante; ¿cuál sería nuestra respuesta a la pregunta planteada, somos siervos o señores?.

¿Tienes tú el carácter de un siervo?

Juan 13:3-9
“Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza.”

Este pasaje nos muestra a Jesús cenando con sus discípulos antes de la fiesta de la pascua. Dice que el Señor se levantó y “comenzó a lavar los pies de los discípulos.” En aquellos tiempos, el sirviente de más baja categoría de la casa se encargaba de lavar los polvorientos pies de los visitantes. Arrodillarse para llevar a cabo esta tarea no era algo que el dueño de la casa solía hacer. Asimismo el Maestro jamás lavaba los pies a sus discípulos. Según la costumbre judía lo normal era todo lo contrario. Los discípulos solían mostrar sometimiento y respeto a sus maestros por medio de esta acción. Con razón los discípulos se mostraron sorprendidos ante la acción de Jesús.

Basadas en esta acción, hay iglesias que han hecho el lavar los pies una ordenanza. La idea es mostrar una actitud similar a la de Cristo y demostrar ante los demás una disposición al servicio. Quizás esto sea cierto en algunos creyentes, pero muchos llevan a cabo esta acción más bien como parte de un ritual. En realidad el mensaje de Jesús para sus discípulos y para todos aquellos que lo han aceptado como su Salvador, no es literalmente “lavar los pies”, sino más bien una actitud de servirse unos a los otros con humildad y amor.

El verdadero servicio a los demás no es precisamente un tema muy popular entre los cristianos pues, lamentablemente, muchos de nosotros preferimos que nos sirvan. Pero Dios busca la clase de hombres o mujeres que se ofrezcan a sí mismos como sacrificios vivos. Para servir a Dios de la manera que él espera de nosotros, debemos estar dispuestos a hacer cualquier cosa que él nos pida por cualquier persona que él desee. La imagen de Cristo en nuestras vidas se hace evidente cuando amamos tanto a Dios y a los demás que instintivamente nos humillamos y nos esforzamos por servirles.

En Mateo capítulo 20, la madre de Juan y Jacobo le hace una atrevida petición a Jesús: “Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.” (Mateo 20:21). Jesús utiliza la ocasión para dejar plasmado un mensaje que, sin duda, en aquella época era una declaración revolucionaria. “Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”

El propósito de Dios es que seamos conformes a la imagen de su Hijo (Romanos 8:29). Jesús nos dio un claro ejemplo de humildad y de servidumbre a través de su vida terrenal, y si queremos actuar conforme a la voluntad de Dios debemos imitarlo en nuestro diario vivir buscando la oportunidad de servir a otros y haciéndolo en el nombre del Señor, de todo corazón, deseando agradar a Dios, no con el fin de impresionar a los hombres. Siempre que actuemos de esta manera, recibiremos recompensa de lo alto. Así dice Colosenses 3:23-24: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.”

ORACION:
Padre santo, yo anhelo servirte y agradarte en todo lo que yo haga. Te ruego me ayudes a lograrlo poniendo en mi corazón un ferviente deseo de buscarte cada día y de meditar en tu santa palabra y aplicarla a mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.