martes, 19 de julio de 2011

Pastoral: ¿Cómo Alcanzar la visión (vista) Perfecta?



¿Cómo vivir sin pecado en un mundo que por naturaleza lo admite o se inclina a él?

El texto de hoy es un llamado fuerte de atención para aquellos que aceptamos a Cristo como Salvador, pues esa condición nos obliga a hacer un esfuerzo grande para dejar de lado esta condición y empezar a vivir dentro de la Santidad de Dios; analicemos con detenimiento y discernimiento lo que se plantea, solo de esa manera podremos hacer vívida la declaración bíblica de Gálatas 2, 20 que dice “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí…”. Buena semana laboral para todos.

Saludos y bendiciones

José Luis
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Cómo alcanzar la visión (vista) perfecta

Marcos 8:22-26
“Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos. Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.”


En su libro “An Anthropologist on Mars” (Un Antropólogo en Marte), Oliver Sacks cuenta de un hombre llamado Virgilio, el cual era ciego desde muy temprana edad. Después de décadas viviendo en la oscuridad de su ceguera, este hombre se sometió a una cirugía y recuperó la capacidad de ver. Pero al principio, al igual que el ciego del pasaje de hoy, Virgilio tenía dificultades para ver. Aunque podía discernir el movimiento y el color, no podía sincronizar las imágenes de manera que tuvieran sentido para él. Por un tiempo, su conducta siguió siendo la misma que cuando no podía ver, hasta que finalmente recuperó la vista totalmente. El autor del libro comenta: “Uno debe morir como ciego para nacer de nuevo como vidente. El proceso intermedio es, por regla general, sumamente difícil”.

En nuestra vida espiritual pasamos por un proceso similar a este. Antes de conocer a Cristo somos “ciegos espirituales”, es decir somos totalmente incapaces de ver la verdad de Dios. Al aceptar a Jesucristo como Salvador comienza un proceso de transformación interna que lleva a cabo el Espíritu Santo. Es un cambio espiritual dramático que puede requerir un tiempo de ajuste doloroso. Los hábitos y actitudes muy arraigadas pueden persistir y hacernos difícil el que podamos “ver” o discernir espiritualmente.

Este proceso que se verifica en nuestras vidas lo describe el apóstol Pablo en su carta a los Romanos cuando habla de enterrar nuestro viejo hombre, que está muerto, para andar en nueva vida. Dice Romanos 6:1-6: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”

Para vencer el pecado debemos tener presente que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo cuando lo aceptamos como nuestro salvador. El cuerpo del pecado fue destruido, así que ya no es nuestro amo, y por lo tanto debemos negarnos a permitir que reine en nuestras vidas. En lugar de ello debemos ofrecernos a Dios como vivos de entre los muertos. Así como Cristo resucitó, también nosotros hemos pasado de muertos a vivos en el aspecto espiritual. Cuando permitimos al Espíritu Santo hacer su obra de transformación, nuestra ceguera espiritual será cosa del pasado, y aprenderemos a ver a Jesús más claramente. El pecado ciega, pero la gracia de Dios restaura la visión. Pidamos a Dios cada día en el mismo espíritu con que lo hizo el salmista en el Salmo 119:18: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley.”

ORACION:
Gracias, Padre celestial, porque la victoria de tu Hijo en la cruz me ha librado del poder del pecado y la ceguera espiritual, y ahora soy libre y puedo ver las cosas que antes no podía ver. Permite que tu Espíritu continúe dándome discernimiento espiritual para vivir una vida totalmente victoriosa. En el nombre de Jesús, Amén.

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