Por Dr. Darío López. Teólogo/Historiador pentecostal. Escritor,profesor y pastor
Eclesiastés 3:1-8
INTRODUCCIÓN
El libro de Eclesiastés, conocido también como el Predicador o Qoheleth, (hebreo = maestro, filósofo, predicador) es uno de los libros más sugerentes del Antiguo Testamento, particularmente por las profundas reflexiones sobre diversos aspectos de la existencia humana que en este documento bíblico se registran. El tema central del libro, o su eje transversal, parece ser la búsqueda de la clave para el encontrar el sentido de la vida. Con relación a este tema, una y otra vez, medita el Predicador tratando de encontrar respuestas a sus interrogantes, planteamientos o reflexiones, nacidas de las observaciones que él ha hecho en distintos momentos sobre diversos problemas humanos. Además, parece cierta también la opinión de que en este libro se esboza una filosofía de la vida que intenta responder a las preguntas corrientes que los seres humanos de todas las épocas se plantean cada cierto tiempo, tratando de hallar respuestas a las mismas. De manera mucho más simple, se puede afirmar que en este libro, se percibe como el autor observa lo que ocurre en la cotidianidad de la existencia humana, y de allí deriva las conclusiones lógicas. Lo que puede explicar por qué, reiteradamente, puntualiza que así es la vida debajo del sol (Ec. 1.3, 9, 14; 2.11, 17, 22; 3.16; 4:1), o la vida tal como la ve cada día el hombre que peregrina en este mundo.
Eclesiastés es un libro, entonces, de bastante actualidad cuyo mensaje responde a las preguntas que cada generación se formula sobre los distintos aspectos de la vida humana. Así, por ejemplo, Eclesiastés trata sobre la transitoriedad de los bienes materiales, la administración responsable del tiempo, las violencias que sufren cada día los seres humanos y la necesidad de cumplir con la palabra empeñada. Cada uno de ellos es de suma importancia, especialmente en este tiempo en el que la moderna “religión del consumo” con sus catedrales “malls“, sus templos habituales “fast food places“, sus salas de oración “cabinas de internet“, su credencial de miembro “bank account“, su certificado de bautizo “credit card“ y sus espacios de ejercicios espirituales “gymns“, parece estar imponiéndose en todos los países de la región.
Dentro de este contexto en el que se está resideñando el mapa religioso contemporáneo, será bastante útil estudiar el mensaje del libro de Eclesiastés para este tiempo, una época en la que un porcentaje significativo de las personas de todas las edades, tienen una cierta flojera para pensar y prefieren recibir cosas “ya masticadas”, antes que reflexionar en el mensaje bíblico y las consecuencias para la ética privada y pública que de dicho mensaje se derivan. ¿Cuál es el mensaje de Eclesiastés para este tiempo en el que ser evangélico está de “moda“ y en el que, paso a paso, la fe evangélica se va afirmando como la primera minoría religiosa en todas los países latinoamericanos?
Uno de los problemas más recurrentes, incluso en los círculos evangélicos, es la pésima administración del tiempo que se refleja en la famosa “hora peruana” con la que se intenta justificar la irresponsabilidad y el incumplimiento de la palabra empeñada. Un hecho que puede explicar por qué en el contexto peruano, antes que una virtud, la puntualidad se ha convertido en un terrible defecto. Ya que lo “normal” y lo más frecuente es ser impuntuales. ¿Qué está pasando? Además de la falta de civismo, un asunto que ya es en sí mismo bastante grave para la salud moral de un país, lo que está ocurriendo es un total deterioro de las reglas básicas de convivencia social que a la larga pueden conducir al derrumbe moral de una nación. Ayuda mucho en estos casos reflexionar sobre el significado del mensaje de Eclesiastés para este momento histórico, particularmente, respecto a la forma como en este libro del Antiguo Testamento se reflexiona sobre la administración del tiempo, un problema que tiene connotaciones éticas precisas. Eclesiastés 3.1-8 plantea claramente este asunto.
Un Hecho Indiscutible

Así es en efecto. La misma experiencia humana da cuenta de este hecho indiscutible. Todo tiene su tiempo en esta vida. Sin embargo, considerando la conducta frecuente de un alto porcentaje de los seres humanos, parece estar bastante claro que hace mucha falta una sabia administración del tiempo. Ya que el tiempo se dispersa en las ocupaciones secundarias o se desperdicia en cosas banales, dejando a un lado los asuntos más importantes, y abandonado las tareas que si contribuyen al bien común o a la realización personal.
La afirmación del libro de Eclesiastés, basada en la observación de los asuntos cotidianos, debería ayudarnos a ordenar adecuadamente la agenda de cada día y a utilizar de una manera más apropiada las horas que se tienen. Esto no tendría que ser un problema insoluble para nosotros. Sin embargo, para que esto ocurra, habría que dejar a un lado excusas frecuentes como “no tuve tiempo”. Ya que: Todo tiene su tiempo. De ese hecho indiscutible tendríamos que estar suficientemente conscientes para no caer en el vicio de la “hora peruana” y para cultivar una conducta radicalmente distinta basada en una sabia administración del tiempo. Únicamente así seremos diferentes a los demás y daremos cuenta, con un testimonio irreprensible, de nuestra condición innegable de discípulos de Jesús de Nazaret.
UNA REALIDAD COTIDIANA
Todo tiene su tiempo es un hecho indiscutible. Ese hecho indiscutible indica, además, que se trata de una realidad cotidiana que no se puede eludir a pesar de todos los esfuerzos humanos que se hagan para esquivar la responsabilidad de utilizar sabiamente el tiempo. La realidad cotidiana respecto al tiempo la plantea así el autor de Eclesiastés: ...todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora (Ec. 3:1). Un texto bíblico que en la NVI se traduce con estas palabras: ...hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo (Ec. 3.1).
¿Qué significa esto? Que cada acción humana tiene su lugar, su momento, su oportunidad, su espacio propio, su perfil definido. En otras palabras, las distintas responsabilidades no tienen por qué confundirse ni mezclarse unas con otras, particularmente si una persona sabe utilizar de manera adecuada y responsable el tiempo. Así, por ejemplo, las horas de trabajo no tienen por qué confundirse con las horas de descanso, tampoco se tiene que confundir el tiempo para la familia, con los ratos libres que uno tenga para disfrutarlo con los amigos o para dedicarlo al desarrollo personal. Todo lo que uno desea hacer tiene su hora o su tiempo oportuno. Esta es una realidad cotidiana que no deberíamos ignorar en ningún momento.
Los evangélicos deberíamos estar en primera fila cuando se trata de asuntos como la correcta administración del tiempo. Para nosotros no deberían ser extrañas declaraciones bíblicas como: todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Esto es así, porque como discípulos de Jesús de Nazaret, hace rato que tendríamos que haber resuelto problemas como el uso adecuado del tiempo. Más aún, las excusas o pretextos frecuentes como “no pude” o “no tuve tiempo”, ya no tendrían que formar parte ni de nuestro vocabulario cotidiano ni de nuestra práctica de vida. La simple observación o el sentido común nos advierten de lo inadecuado de estas excusas o pretextos, especialmente, porque las personas sensatas pueden darse cuenta que la realidad cotidiana indica que todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Y esto no podemos cambiarlo.
UNA VARIEDAD DE ACCIONES
Los seres humanos, cualquiera sea su edad o su condición social, realizan cada día múltiples actividades en distintos momentos y situaciones. En realidad, existe una variedad de acciones que cotidianamente hombres y mujeres, niños y adultos, realizan en todas las culturas y sociedades. Ya hace mucho tiempo atrás, el autor de Eclesiastés, observó atentamente este hecho común a todo el linaje humano. Desde la perspectiva de este agudo observador de la experiencia humana existe indudablemente:
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar, tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser, tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer, tiempo de guerra, y tiempo de paz (Ec. 3:2-8).
No hay comentarios:
Publicar un comentario