domingo, 9 de octubre de 2011

Pastoral: ¿Tienes una Mente Limpia?

Hoy escuché una frase de un predicador famoso que decía “El diablo no te viola para que cometas un pecado”, tiene mucha razón pues no tiene el poder para controlar nuestra mente, pero si puede seducirnos con temas propios de nuestras debilidades para a partir de allí permitirnos nosotros mismos entrar en pecado; el pecado no es como un bache de carretera al que no ves y caes, es un proceso de seducción que empieza por temas o situaciones pequeños, aparentemente controlables que luego desbordan nuestra capacidad de reacción y empezamos a hacer lo equivocado delante de Dios.

Saludos y bendiciones

José Luis
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¿Tienes una mente limpia?

2 Corintios 10:3-6
"Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta."


En el mundo en que vivimos, constantemente estamos bajo ataques satánicos. No tenemos ni que salir de nuestras casas para ser atacados. Surgen contiendas y pleitos en nuestras familias, mensajes pecaminosos de todo tipo nos llegan por la televisión, paquetes de tentaciones están disponibles a través del Internet, y hasta en el supermercado nos encontramos infinidad de revistas cuyas portadas son sexualmente explícitas. La esperanza que tenemos los creyentes es que Dios es mucho más grande que cualquier enemigo que se interponga en nuestro camino y no importa cuán intenso sea el ataque, el Señor nos puede ayudar a resistirlo y eliminarlo. Pero esto depende de nosotros. ¿Qué debemos hacer?

Primeramente tenemos que estar consientes de que el blanco favorito del enemigo es nuestra mente. No es fácil evitar que vengan a nosotros infinidad de pensamientos que constantemente se multiplican, tentándonos a pecar, a codiciar las posesiones de otros, a reaccionar airadamente contra alguien, a decir una mentira, etc. Debemos desechar esos pensamientos sin permitir que se conviertan en "fortalezas espirituales" que pueden llegar a controlarnos. Una fortaleza espiritual es un pecado habitual, persistente en la vida de una persona, que limita o impide su crecimiento como cristiano. Estas "fortalezas" residen en la mente, y ejercen control sobre las acciones de la persona moviéndola a cometer ese pecado específico. Simple fuerza de voluntad no es suficiente para liberarse, aún después de confesar el pecado ante el Señor. Se requiere el poder de Dios obrando sobre esa fortaleza. En el pasaje de hoy, el apóstol Pablo nos enseña que "las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas." O sea, no podemos confiar en nuestras propias fuerzas si queremos vencer.

Debemos ser extremadamente cuidadosos y selectivos a la hora de albergar pensamientos que han llegado a nuestra mente. Pablo nos exhorta a "llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo." Esto quiere decir que no debemos permitir que esos pensamientos que claramente están en desacuerdo con la palabra de Dios permanezcan en nuestras mentes, sino debemos traerlos a la presencia y la luz de Jesucristo y sujetarlos a la autoridad de su palabra. Esto lo conseguimos por medio de la constante oración. A pocas horas de su muerte Jesús dio a sus discípulos este consejo, que debemos hacer nuestro: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mateo 26:41).

Si estás siendo víctima de estos ataques del enemigo, trae ante la presencia del Señor, en oración, todos esos pensamientos que no glorifican su nombre. Cuando lo hagas, te sorprenderá cómo desaparecen de tu mente milagrosamente. Es el poder de Dios actuando en favor de sus hijos que acuden a él. Entonces tu mente será un terreno limpio y fértil que producirá frutos agradables a Dios.

ORACION:Padre santo, te ruego que limpies mi mente de todo pensamiento que no glorifique tu nombre. Ayúdame a concentrarme en todo aquello que sea puro y que te agrade a ti. En el nombre de Jesús, Amén.

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